Estimados vecinos y vecinas,
Esta semana, a la medianoche, nuestro gobierno federal volvió a cerrar sus puertas. No porque el trabajo esté terminado, sino porque quienes tienen la responsabilidad de gobernar han optado por el bloqueo en vez del servicio. Por segunda vez bajo su mando, los republicanos—que hoy controlan la presidencia, el Senado y la Cámara de Representantes—han llevado al país a un cierre gubernamental.
Las consecuencias no son lejanas ni abstractas. Se trata de su seguro de salud, de la seguridad de sus familias y de la ya frágil economía diaria. Sin la extensión de los créditos fiscales de la Ley de Salud Asequible, millones perderán cobertura. Para otros 24 millones, las primas se duplicarán con creces: un aumento promedio del 114%. Muchas familias ya reciben cartas que las obligan a elegir entre pagar la renta, llenar la nevera o comprar sus medicinas.
Mientras tanto, los demócratas en el Congreso han estado dispuestos a aprobar un acuerdo bipartidista que proteja la salud, respalde a nuestras escuelas y ponga freno a más privilegios para los ultrarricos. Pero los republicanos se han negado. Lo llaman “disciplina fiscal”. En realidad, es un golpe directo contra las familias trabajadoras: se exige sacrificio a mayores, veteranos y niños, mientras se protege a los multimillonarios.
Este cierre no es teórico: se vive cada día en nuestros hogares y comunidades.
- Miles de neoyorquinos están suspendidos de sus trabajos o laborando sin salario.
- Programas de educación temprana como Head Start están en riesgo de cerrar.
- Adultos mayores no pueden acceder a verificaciones de Seguro Social para vivienda o préstamos.
- Veteranos esperan indefinidamente por sus beneficios.
- Agricultores se quedan sin apoyo, hospitales sin reembolsos, y las familias sin certezas.
Las encuestas son claras: la ciudadanía sabe quién es responsable. Pero más allá de los números, lo que se erosiona es la confianza pública. Esa confianza implica una obligación: que cada debate y cada resolución en el Congreso respondan a quienes más lo necesitan, no a los intereses de unos pocos.
Cuando Washington se paraliza, las consecuencias llegan aquí: a las bodegas donde los precios siguen subiendo, a los hogares de trabajadores que viven cheque a cheque, a las clínicas donde nuestras familias buscan atención médica. Aunque no vote en el Congreso, mi deber como su Senador Estatal es hablar con franqueza cuando la vida de nuestros vecinos está en juego. Guardar silencio en un momento así también sería una forma de abandono.
Mi compromiso, como su Senador, es estar a su lado y luchar junto a quienes en el Congreso se niegan a ceder en la defensa de la salud, la dignidad y la justicia. Porque el valor de un presupuesto no se mide por la riqueza que protege en la cima, sino por las vidas que sostiene en el corazón de nuestras comunidades.
En las siguientes secciones encontrará información sobre nuestra comunidad, recursos y oportunidades de empleo. Incluso en medio de esta crisis fabricada, nuestro trabajo continúa: construir juntos un futuro más fuerte, más justo y más unido para cada neoyorquino.
En solidaridad,
RJ
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